La Economía de los no Especialistas

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El Poder del Dinero (Parte 1)

Siempre he dicho que para poder hablar bien o mal de algo o de alguien hay que conocerlo. Pues en esta materia es igual, hay que conocer el medio que permite fluir al dinero y sus características.

Por ello, les sugerimos ver este documental acerca del dinero el cual está dividido en 6 capítulos. Aquí les dejamos el primero. Espero que les guste.

Saludos

http://www.documaniatv.com/social/el-poder-del-dinero-1-suenos-de-avaricia-video_2a6e0d925.html


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El pánico se apoderó de inversores en un día que ya ingresó en la "historia negra" de los mercados

Finanzas, 05 de agosto de 2011


Todo parecía resuelto. Estados Unidos, sobre la hora, le había escapado al default. En Europa se tomaron un respiro, tras haber rescatado a Grecia. Pero los dueños de los capitales olfatean que a futuro las cosas no pintan bien. ¿Cuáles son las razones de fondo que les hacen tener tanto miedo?

El pánico se apoderó de inversores en un día que ya ingresó en la "historia negra" de los mercados

¿Acaso no se había arreglado todo? ¿Estados Unidos no solucionó su default? ¿Grecia no fue rescatada? ¿Qué pasó ahora?

Posiblemente usted -como muchos otros- se esté haciendo esas mismas preguntas, al leer nuevamente que el mundo financiero se desplomó, lisa y llanamente.

Esta vez, como pocas veces en este último tiempo.

A punto tal que el día de ayer ya ingresó en la "historia negra" de los mercados.
Parecía que todos los líderes de Europa y Estados Unidos habían hecho bien los deberes. Y que la palabra crisis global comenzaba a mirarse por el espejito retrovisor.

Pero nada de eso ocurrió.
Tal como anticipara iProfesional.com el mismo lunes -apenas se aprobó en los Estados Unidos la ampliación del techo de deuda- la lectura de los inversores, lejos de transformarse en algarabía, fue dominada por el escepticismo (ver nota: ¿Por qué los inversores le dan la espalda y analistas descreen del acuerdo que se firmó en EE.UU.?).

¿Por qué? Por un razonamiento tan sencillo como preocupante.

Si la principal economía del mundo, que aún no logró recuperarse de la crisis de hipotecas -y que para salir a flote necesita impulsar el consumo de sus habitantes- aprueba un paquete que incluye una fuerte suba de impuestos y recorte de gastos, ¿cómo hará para salir a flote?
La ecuación es sencilla: menos dinero para consumir = menos producción de las empresas = menos creación de empleos = escenario recesivo.

En buen romance, que Estados Unidos haya sorteado un eventual default, no significa que las cosas pinten bien.

Y esta lectura es justamente la que hicieron los inversores.
"Lo peor de todo es que el ajuste que, de alguna manera, se asemeja al aplicado en Grecia, va a convertirse en un salvavidas de plomo para una economía que aún no pudo salir de la crisis", señala Agustín Cramo, experto en mercados internacionales, a iProfesional.com.
"Además, suponer que el resultado fiscal va a mejorar por la suba de los impuestos, en medio de una caída del nivel de actividad, es literalmente soñar despierto", agrega.

En la misma línea argumental, el economista Luis Palma Cane decía: "La teoría y la experiencia indican que si a un país, que está saliendo a flote gradualmente, se le aplican fuertes ajustes, los resultados son nueva recesión, menores ingresos y mayor déficit".

Olla a presión
Y este temor se fue acrecentando con el correr de los días. Hasta que llegó el fatídico jueves 4 de agosto.
Una jornada que quedará en la historia de los "días negros".

No será el primero ni el último. Pero por el simple hecho de sumarse a la lista, ya es un símbolo de que algo no está funcionando a nivel global.

Ya no alcanzan los salvatajes. Ni arrojar al mercado billones de dólares para que la economía global salga a flote.

Los inversores no encuentran demasiadas opciones para refugiar su dinero.

Y ayer hasta se dio la paradoja de que bajó hasta el oro.

Salvo los bonos del Tesoro americano, cayeron todos los activos.
Así, se vieron afectados las principales monedas de países emergentes, acciones, bonos y materias primas.

Se busca líder se busca
Una de los grandes problemas que observan los inversores es la falta de liderazgo político a nivel global.

Es decir, la carencia de algún estadista, que se "ponga mochila al hombro" y marque el rumbo a seguir.

Y los analistas locales e internacionales hacen la misma lectura.
"El problema que vemos días es que los mercados le están imponiendo el ritmo a la política. Y cuando ésta actúa, más que avanzar, retrocede", destaca Sabrina Corujo, de Portfolio Personal.

La experta remarca que "esto se vio antes en Europa y ahora también se da en los Estados Unidos".
Dionisio Corneille, director de la Sociedad de Bolsa que lleva su nombre, coincide con su apreciación: "Las fuertes bajas se explican por una crisis política que se suma a la económica".
"No existe alguien que en este momento pueda tomar el toro por las astas y transmitir confianza, que es lo que está faltando en el mercado", se queja el experto.
En la misma línea, el ex titular del Banco Central, Martín Redrado, asegura que "todo se derrumba porque no hay liderazgo político y porque los motores de la economía mundial se desaceleran".
Al respecto, desde la city porteña la mayoría de los analistas consultados también destaca quegeneró mucha incertidumbre la falta de liderazgo mostrado por Obama, a la hora de encolumnar a los propios congresistas de su partido.

Mariano Peretti, analista de Maxinver, señala que "los inversores perdieron la confianza", al ver cuánto demoró Estados Unidos en llegar a un acuerdo.

Y los expertos remarcan que los dueños de los capitales "olfatean" estas cuestiones, se asustan y actúan en consecuencia.
"Ningún personaje mundial puede brindar esos signos de fortaleza propios de un estadista, que se requieren para calmar el temor de los mercados", sentencia Corneille.
Y esa debilidad que encuentran los inversores en el mandatario estadounidense también la observan del otro lado del Atlántico, precisamente en los países del sur de Europa.

Según Palma Cané, "las turbulencias económicas que atraviesan esas naciones se ven agravadas por un problema político fundamental, que es la falta de gobernabilidad de la Unión Europea".

¿Por qué observan esto? Porque ven una estructura de toma de decisiones pesada -tipo pata de elefante- que debe contar con el consenso de varios países, para resolver problemas que explotan día a día.

"Resulta necesario cambiar de modo urgente la actual metodología por un esquema político flexible, acorde a los tiempos que corren", enfatiza Palma Cané.
Panic Atack
"El mundo entró en pánico. La prueba más contundente es que los únicos que se salvaron fueron los bonos del Tesoro de los Estados Unidos que, en la práctica, se convirtieron en el activo refugio de la jornada. De hecho, hasta el oro cotizó en baja", señala Mauro Gini, economista de FDI Gerenciamiento Patrimonial.
"Lo que vimos el jueves fueron ventas de inversores totalmente atemorizados. Prácticamente se descuenta que Estados Unidos va a caer en doble recesión y el panorama global hará imposible que los países de la Eurozona resuelvan sus rojos fiscales", argumenta Alberto Castillo, analista de Capital Bolsa.

Aldo Abram, director de la Fundación Libertad y Progreso, coincide en que "existe una crisis de confianza. Los inversores entienden que hay muchas deudas por saldar y que eso limitará lacapacidad de crecimiento de los países".
"El mundo, que salía de la crisis con 3 motores (EE.UU., Alemania y China), hoy tiene sólo uno y con los chinos pisando el freno para contener la inflación", declaró el experto Eduardo Levy Yeyati.
¿Otra vez…recesión?
Las caídas que se dieron ayer asombraron por su magnitud a analistas e inversores del mundo.

Fueron como una suerte de tormenta, de las peores, que arrasó con todo lo que encontraba a su paso. Ningún activo de los importantes, salvo uno, quedó en pie.

¿Hubo algún hecho en particular? Ninguno que justifique semejante derrape.

O mejor dicho uno. La creciente sensación de que la economía mundial se encamina a unanueva gran recesión.

"De pronto, se puso todo muy feo. No por alguna cuestión específica, sino por la sensación de que el miedo a la recesión global se apoderó de los mercados", afirma Corujo.
"Estamos en la primera fase de un ajuste vinculado con la sustentabilidad de la deuda de algunos países, como Italia, y con el débil crecimiento en Estados Unidos", comenta Enrique Alvarez, analista de Latinoamérica en Idea Global.

"Ahora creemos que existe una mayor probabilidad de una recesión en Estados Unidos a partir del próximo año", señala la economista Michelle Meyer, de Bank of America Merrill Lynch.
Para Yeyati, ese país "bien podría convertirse en un Japón, con crecimiento, inflación y tasas por el piso por varios años. Esta situación pondría en jaque el crecimiento del restodel mundo".

Declaraciones explosivas
El jueves, tanto analistas como inversores estaban pendientes de las declaraciones del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, quien finalmente reconoció una desaceleración en el crecimiento de la zona del euro.

Con sus dichos el funcionario "dilapidó" las esperanzas de los inversores, que creían que se iba a referir a que el organismo iba a "dar una manito" comprando deuda e Italia y de España.

Pero Trichet no acusó recibo de esta cuestión.

El efecto sobre las bolsas europeas fue "letal". Todas cayeron en forma notoria (el principal índice de referencia se derrumbó como no se veía desde el 2009).

Las bolsas de Madrid y Paris descendieron cerca de un 4 por ciento.

Para tener una idea de la magnitud de la corriente vendedora de acciones de esta semana, la misma borró más de 400.000 millones de euros de capitalización de mercado de los índices líderes de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España y Holanda, el equivalente a casiuna vez y media el producto bruto de Argentina, para dar un ejemplo.
Pero el shock también se extendió a América latina.

El Merval fue uno de los más afectados, con un derrumbe del 6 por ciento.
"La bolsa local mostró un fuerte descenso, producto del temor global a un freno en las tasas de crecimiento de Estados Unidos", remarca Francisco Marra, operador de Bull Market Brokers Sociedad de Bolsa.

Pero el Bovespa de San Pablo no se quedó atrás, pues se precipitó un 5,75%, sumando así su cuarta sesión consecutiva de caídas.

Los bonos del Tesoro, único refugio
Toda esta histeria colectiva actuó como detonante para que se disparara la demanda de losbonos del Tesoro.

¿Cuánto pagan? Ahora su tasa de interés se ubica en un 3,83% (venían ofreciendo 3,9 por ciento).

Su rendimiento no había caído tan bruscamente en una sola semana desde el peor momento de la última crisis financiera global.

"Esta suba de los precios y el desplome de su rentabilidad, expresa sin medias tintas, la pérdida de esperanza de una recuperación del crecimiento de la economía estadounidense", consigna Agustín Cramo.

El "diluvio" se llevó todo
En el mercado de divisas también se notó la fuerte volatilidad.

El euro se depreció y se ubicó en los u$s1,412 frente a los 1,43 en los que abrió la rueda. Pero no fue el único.

En América latina, el real brasileño se depreció hasta un 1,6% (a 1,5850 unidades por dólar) y el peso chileno cayó a 462,60.

Las materias primas tampoco salieron indemnes: ni los futuros del maíz, ni la soja. En tanto, el petróleo se desplomó un 5%

Hasta el oro, la gran estrella de todo este tiempo, que no paraba de marcar récord, sucumbió.

Su cotización cayó u$s30 dólares por unidad, casi un 2 por ciento.

En este contexto, todo indica que existe una letra que resume el rumbo que seguirá la economía global: la "W".

Esto es, caída, recuperación, caída y una posterior recuperación.

Pero para que esto último se dé, el mundo busca un líder. Un estadística que marque el rumbo y que, por ahora, no aparece.

Fuente: InfobaeProfesional


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Impotentes ante la Recaída

REPORTAJE: Primer plano

La debilidad de la economía reaviva el temor a una nueva recesión en Europa y EE UU

J. P. VELÁZQUEZ-GAZTELU 07/08/2011

trabajandoHubo un momento, hace ahora un año, en que parecía que la pesadilla terminaba. Aunque lentamente y de forma desigual, las economías de los países desarrollados volvían a crecer, y las medidas de estímulo adoptadas con tanto esfuerzo por los Gobiernos para salir de la recesión comenzaban a dar sus frutos. ¿Recuerdan los brotes verdes? Todo ello parece ahora un espejismo. Casi de repente, la economía mundial ha comenzado a dar de nuevo señales de extrema debilidad a ambos lados del Atlántico. El enfermo ha recaído, y la esperada recuperación se aleja.

Más allá de las dudas sobre la solvencia de España e Italia y de las disputas sobre fiscalidad en el Congreso de EE UU, la cuestión más preocupante es la incapacidad de los países llamados ricos para crear empleo y volver a crecer. Hace tan solo unas semanas a muchos le hubiera parecido una insensatez pronosticar una nueva recesión en Europa o en EE UU. Ahora, hasta los más optimistas coinciden en que estamos en el peor momento desde 2008.

"El segundo trimestre ha sido bastante peor que el primero en la eurozona", afirma Marie Diron, directora macroeconomía europea de Oxford Economics. "No es probable que los países centrales de la unión monetaria, como Alemania o Francia, caigan en recesión, pero sí lo es en economías periféricas como España o Italia, especialmente si la crisis de la deuda empeora".

Eurostat no difundirá hasta el 16 de agosto los datos oficiales del producto interior bruto europeo, pero los expertos apuntan ya que la economía sufrió un brusco frenazo en el segundo trimestre, comparado con el crecimiento del 2,5% interanual registrado entre enero y marzo. La propia Comisión Europea pronostica que el dato estará en torno al 1,5%.

Elwin de Groot, economista-estratega de Rabobank, subraya que la ralentización de la actividad en Europa debe analizarse en el contexto de una recuperación lenta y difícil tras una crisis financiera de enorme magnitud. "Estamos saliendo de una recesión profunda y, desde ese punto de vista, ya esperábamos una recuperación muy modesta. Seguimos en ese escenario". Los pobres datos de crecimiento de España e Italia conocidos el viernes, señala De Groot, confirman esa tendencia.

En EE UU, el panorama es aún peor que en Europa. La primera economía mundial ha crecido en los últimos seis meses apenas un 0,8% en términos interanuales, un ritmo claramente insuficiente para crear empleo. El consumo sigue sin remontar y la producción industrial está estancada. La tasa de paro, que lleva 30 meses por encima del 8%, está en el 9,1%. Este dato, difundido el viernes, fue algo mejor de lo esperado, pero ayudó poco a rebajar el pesimismo. El semanario The Economist cifra en un 50% las probabilidades de que EE UU entre en zona negativa en los próximos seis meses.

David Lis, responsable de renta variable de Aviva Investors en Reino Unido, reconoce que hay razones para estar preocupados ante las perspectivas del crecimiento económico mundial, pero precisa que los inversores no deben lanzarse a vender a toda prisa: "No estamos en 2008, y muchas empresas tienen una salud mucho mejor que cuando cayó Lehman Brothers. Habrá una reducción de los beneficios, pero las perspectivas de dividendos siguen siendo buenas".

¿Qué ha ocurrido para que la situación se haya deteriorado tanto y tan rápido? Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York, apodado Doctor Catástrofe por sus oscuros presagios, avisaba hace unos días en su cuenta de Twitter que las autoridades, tanto políticas como monetarias, se han quedado sin munición para combatir la crisis. Los tipos de interés están en niveles históricamente bajos (cerca del 0% en EE UU y en el 1,5% en la zona euro). Los Gobiernos, enormemente endeudados y bajo tremenda presión de los mercados, recortan gastos y aplazan inversiones que serían de gran ayuda para reanimar la actividad. Los bancos no prestan dinero porque ellos mismos no tienen nada fácil acceso al crédito. Muy castigadas por la falta de préstamos y la debilidad de las ventas, las empresas recortan plantillas y rebajan sus expectativas de beneficios. Y los ciudadanos, agobiados por las hipotecas y alertas ante la posibilidad de perder su empleo -si no lo han perdido ya-, limitan el consumo a lo imprescindible. Ya lo dijo el propio Roubini en una entrevista publicada por EL PAÍS en octubre pasado: "Vienen años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y privado en el mundo rico. La buena noticia es que podemos evitar una recaída en la recesión. La mala es que no se puede hacer mucho más que eso".

Nadie tira del carro. Japón lleva dos décadas perdidas y esta semana ha tenido que intervenir en los mercados de divisas para depreciar el yen, cuya fortaleza perjudica sus exportaciones y le impide crecer. Incluso China e India, hasta ahora inmunes a todo mal, están empezando a notar el impacto de la crisis de la deuda en los países desarrollados, principales consumidores de sus productos.

Los datos más recientes hablan precisamente de una enorme debilidad del consumo en Europa y EE UU. Las ventas al por menor cayeron un 0,3% entre abril y junio en la Unión Europea frente al periodo anterior, tras haber disminuido un 0,2% en el primer trimestre.

Son pésimas noticias para las empresas. Según el estudio difundido el miércoles por la firma Markit Economics, el sector privado está prácticamente estancado debido a la ralentización de la actividad industrial en Alemania y Francia. Además, el índice Ifo de confianza empresarial en Alemania -la economía europea que menos ha sufrido en los últimos meses y en la que siguen puestas las esperanzas de recuperación- cayó bruscamente en julio.

Otro síntoma inequívoco de recaída en la actividad económica es la bajada del precio del petróleo. El crudo Brent ha bajado un 10% en dos semanas, hasta los 108 dólares por barril.

La marcha de los mercados de valores tampoco augura nada bueno. El Dow Jones, principal indicador de la Bolsa de Nueva York, ha caído casi un 10% en un mes; el Eurostoxx, más de un 16%, y el Ibex, un 15,8%. Esta semana ha sido la peor para las Bolsas europeas desde el primer rescate a Grecia, en mayo de 2010.

¿Cómo es posible haber caído de nuevo en este agujero? Los expertos coinciden en una cosa: la indecisión de los líderes de la Unión Europea y las disputas entre demócratas y republicanos en EE UU han puesto en tela de juicio la capacidad de los políticos para defender el interés común y han sembrado la incertidumbre en los mercados. "Todos estamos a la espera de las decisiones políticas", dice Marie Diron, de Oxford Economics en conversación telefónica desde su oficina de Londres. "No hay motivos para que las primas de riesgo de España e Italia hayan subido tanto. Lo que de verdad pone nerviosos a los mercados es la falta de voluntad política para poner fin a la crisis y salvar al euro".

De Groot, de Rabobank, está de acuerdo. Cree que los líderes europeos acertaron al llegar a un acuerdo, el 21 de julio, para rescatar a Grecia, pero precisa que están tardando demasiado en presentar una hoja de ruta para reforzar el fondo de rescate europeo. "Hay un vacío político", agrega el economista holandés desde Utrecht. "Los mercados no saben qué esperar".

Paul Krugman, premio Nobel de Economía y profesor de Princeton, ofrece un remedio keynesiano para salir de la crisis: aumentar la inversión pública para crear empleo, aprovechando que los tipos de interés siguen siendo históricamente bajos. Gastar hoy para recoger mañana, aun a pesar de que el déficit público crezca. Otros siguen insistiendo en recetar austeridad ante todo; confían en que los mercados recuperarán la confianza una vez que los Gobiernos hayan puesto sus cuentas en orden.

Roubini, uno de los pocos economistas que pronosticaron la crisis financiera de 2008, cree que el BCE debería haber bajado los tipos de interés para ayudar a España e Italia a salir del atolladero. El Banco Central Europeo, que no tocó los tipos de interés en su reunión del pasado jueves, ha subido dos veces el precio del dinero este año a pesar de la debilidad de los datos de la eurozona. Su presidente, Jean-Claude Trichet, insiste en que su objetivo es frenar la inflación, actualmente del 2,5%, para acercarla a su objetivo del 2%.

¿Y los países emergentes? China sigue creciendo a un ritmo espectacular, pero ha comenzado a notar que los europeos y estadounidenses tienen el cinturón apretado. No es que el país asiático corra el riesgo de entrar en crisis, pero su economía empieza a perder fuelle. Sea como sea, todo indica que las grandes economías van a tardar en recuperar la prosperidad perdida, y que mientras tanto seguirán perdiendo poder e influencia en favor de naciones emergentes como China, India, Rusia o Brasil. El reequilibrio de fuerzas se acelera.

Fuente_ El País (España)


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Revive Gordon Gekko y la crisis financiera mundial llega a la pantalla grande


Hollywood y productores europeos acudieron al Festival de Cine de Cannes, con varias películas sobre el tema. Cuáles son los films que se vienen

La crisis financiera global y los "amos del universo" de Wall Street están en la mente de la industria cinematográfica.
Hollywood y productores europeos acudieron al Festival de Cine de Cannes, con varias películas sobre el tema, consigna un artículo publicado por The Wall Street Journal Americas.
Twentieth Century Fox proyectó por primera vez Wall Street: Money Never Sleeps (algo así como Wall Street: el dinero nunca duerme), la secuela de Wall Street, un drama de 1987 que ganó un Oscar y trataba sobre la codicia corporativa, con Michael Douglas una vez más en el rol del tiburón despiadado y amoral, Gordon Gekko.
En tanto, Sony Pictures Classic presentó Inside Job, un documental que expone la crisis financiera narrado por Matt Damon, mientras Saga Productions, de Suiza, proyectó su coproducción Cleveland versus Wall Street, un drama al estilo David y Goliat en el cual los ciudadanos de Cleveland representan un juicio ficticio a los bancos de Wall Street a los que culpan por las devastadoras ejecuciones hipotecarias que se produjeron en la ciudad estadounidense, detalla The Wall Street Journal Americas.
Según el medio norteamericano, algunos de los protagonistas de Hollywood, incluido Steven Spielberg, se encontraron entre los que perdieron dinero al invertir con Bernard Madoff y su pirámide financiera, que estafó a inversionistas por miles de millones de dólares.
Los banqueros y financistas de Wall Street, como Madoff, quienes fueron seducidos por el dinero para realizar inversiones desmedidas, algunas fraudulentas, les dan a los guionistas los villanos perfectos para historias sobre moralidad que muestran situaciones en que el sueño americano se convierte en una pesadilla.
Madoff es el centro de varios guiones que se están desarrollando, junto con muchas otras películas sobre firmas de Wall Street que incluyen a algunos de los mayores nombres de Hollywood.
Harry Markopolos, el investigador de fraude que persiguió a Madoff durante casi una década, reveló recientemente que los productores de Hollywood compiten por su libro Nobody Would Listen (Nadie escuchaba).
En tanto, HBO adquirió los derechos de Too Big to Fail (Demasiado grande para quebrar), el libro de Andrew Sorkin sobre la crisis de crédito, y Warner Bros. adquirió los derechos del libro Confessions of a Wall Street Shoeshine Boy (Confesiones de un lustrador de zapatos de Wall Street), de Doug Stumpf.
El autor afirma que el estudio ahora busca a un director. "La burbuja inmobiliaria y la crisis bancaria se convirtieron en un factor enorme en nuestras vidas que no podemos ignorar", agrega Stumpf.
Otros cineastas están interesados en dramas que ofrecen paralelos con eventos del siglo XXI, destaca The Wall Street Journal Americas.
El Gran Gatsby, la novela clásica de F. Scott Fitzgerald de la década de 1920 sobre la frivolidad de los ricos previa al gran colapso económico estadounidense, es un proyecto del director australiano Baz Luhrmann, como una parábola de los excesos financieros actuales.
Cleveland versus Wall Street es la historia de un juicio de ficción llevado a cabo por ciudadanos que no lograron que nadie tomara en serio sus quejas, según su director suizo, Jean-Stéphane Bron. El director afirma que un artículo de prensa sobre cómo la ciudad de Cleveland estaba demandando a los bancos fue lo que inspiró su película.
Los productores de estos filmes sobre Wall Street seguirán de cerca el desempeño de la secuela de Stone. Su estreno mundial el 24 de septiembre llegará más de dos décadas después de que Wall Street recaudara u$s100 millones en todo el mundo.
La película original ejemplifica la filosofía "la codicia es buena" de la década de 1980. La actuación de Douglas le valió un Oscar, mientras Gekko se convirtió en un modelo para los banqueros jóvenes y uno de los grandes villanos del cine. Ahora, afirma Douglas: "De todos los papeles que interpreté, Gekko es el personaje sobre el que más me habla la gente. Les encanta Gekko, lo que siempre fue una sorpresa para mí porque era un verdadero villano".
En la secuela, los villanos son los grandes bancos. Según relata The Wall Street Journal Americas, la película trata del impulso por ganar dinero a cualquier costo y de gente que está dispuesta a hacer cualquier cosa para unirse al exclusivo club de la riqueza y el poder. Tras cumplir una condena por fraude de valores y lavado de dinero, Gekko se da cuenta de que nadie lo esperaba.
Por fuera del sistema, está decidido a volver a convertirse en un hombre poderoso en Wall Street. Publica un libro, ¿Es buena la codicia?, en el que pronostica graves consecuencias para la economía como resultado de la especulación rampante en Wall Street.
Los cineastas compilaron una lista de expertos financieros que fueron presentados al elenco como parte de su estudio de personajes, según uno de los productores de la película.
Entre ellos figuran Nouriel Roubini, el académico y escritor que previó el colapso económico de 2008, y el financista George Soros, concluye el artículo publicado por The Wall Street Journal Americas.

Fuente: InfobaeProfesional


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REPORTAJE: La difícil salida de la crisis

No recaemos. Salimos a cámara lenta

Los últimos datos anticipan una recuperación muy lenta, pero no una segunda recesión

CLAUDI PÉREZ / SANDRO POZZI – Madrid / Nueva York – 29/08/2010

200809226ahorrosinternetdef "La codicia es buena", decía Gordon Gekko en Wall Street. Esa película se estrenó en plena resaca del crash de octubre de 1987 y su secuela está a punto de llegar a los cines, de nuevo en plena resaca -en esta oportunidad, de la Gran Recesión-, aunque con una diferencia: de aquella crisis bursátil que apenas afectó a la economía real se salió a toda velocidad.

"La codicia es buena", decía Gordon Gekko en Wall Street. Esa película se estrenó en plena resaca del crash de octubre de 1987 y su secuela está a punto de llegar a los cines, de nuevo en plena resaca -en esta oportunidad, de la Gran Recesión-, aunque con una diferencia: de aquella crisis bursátil que apenas afectó a la economía real se salió a toda velocidad, mientras que ahora van ya tres años y aún queda tormenta para rato. Cada vez que empieza a escampar, los mercados sorprenden con un giro brusco, normalmente sin datos sustanciales que expliquen ese cambio de tendencia. Así ha sucedido esta misma semana. Pero una cosa está clara: con o sin buenas razones, vuelve el pesimismo. Y vuelve desde el lugar donde empezó todo, EE UU.

Hace unas semanas la economía estadounidense iba viento en popa, las pruebas de esfuerzo a la banca europea permitieron controlar los incendios en el mercado de deuda y Alemania sorprendió con un crecimiento sensacional que parecía augurar una recuperación más rápida en Europa. Ese estado de ánimo se ha esfumado. El optimismo (probablemente demasiado tempranero) ha devenido estos días en dudas, en una vuelta a la desconfianza, con algunos signos de alarma en los mercados financieros.

El que iba a ser el verano de la esperanza se está convirtiendo en el del miedo a que EE UU tropiece, vuelva a caer en la recesión y se lleve por delante la recuperación en todo el mundo. Ante tanta incertidumbre, el cónclave en Jackson Hole (Wyoming, EE UU) de economistas y banqueros centrales internacionales ha cobrado especial relevancia, con un mensaje de nubes y claros. "Esta crisis durará casi 10 años en los países más endeudados -tanto EE UU como España están entre ellos-, y apenas llevamos tres desde que estalló", explicó en una entrevista con este diario Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland, que defendió esa tesis en uno de los trabajos más destacados del aquelarre de Wyoming.

La economía norteamericana perdió vigor en el último trimestre, y eso ha funcionado como un lastre para unos mercados con tendencia a sobrerreaccionar. Pero la media docena de expertos consultados para este reportaje se muestran partidarios de poner sordina al alud de datos que a diario causan movimientos súbitos en las Bolsas. Brad DeLong, profesor de Berkeley y ex asesor de Bill Clinton, aseguró desde California que es el momento de relativizar: "La gente era excesivamente optimista hace tres meses, y ahora estamos más cerca de entender lo seria que es la situación actual". Ha habido malas noticias, "pero no hay que olvidar que la recaída en la recesión no es el escenario más probable en EE UU, y que el último PIB alemán es alentador", añade.

Cobra fuerza el convencimiento de que la salida del túnel será a cámara lenta. "La previsión más fiable era y es una recuperación inusualmente lenta, anémica, especialmente en los países más endeudados", dispara por teléfono el economista Paul Romer desde Stanford. Eso incluye a EE UU, a España, a Reino Unido, a Irlanda, a un buen puñado de economías posburbuja. La única sorpresa de los últimos tres años es la rápida recuperación de Asia, debido a la política anticíclica de China, que probablemente ha puesto en marcha las mejores medidas anticrisis del mundo, quién lo iba a decir hace unos años. "Países como Alemania, capaces de exportar a Asia, sacaron provecho de ese crecimiento: los Gobiernos y los analistas sobrerreaccionaron a esa noticia y pensaron que la salida de la crisis podía ser más veloz. Pero no. La historia demuestra que se sale muy lentamente de las recesiones que están acompañadas de crisis financieras, como esta", remacha Romer.

Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (Fed), dio un mensaje parecido en Jackson Hole, en el discurso estelar del simposio, que echó la persiana ayer. La recuperación, reiteró, será "modesta". "El que espere más que eso se equivoca", añadió el presidente de la Fed de Kansas, Thomas Hoening. EE UU lleva creciendo un año, desde julio de 2009. Pero el ritmo de la recuperación ha perdido vigor de forma significativa durante los últimos seis meses. ¿Va entonces la economía de nuevo hacia abajo?

En la calle, con 14,6 millones de parados y otros 2,4 millones que ni siquiera buscan empleo en la situación actual, la respuesta parece ser afirmativa. En EE UU hay también 8,5 millones de personas que no tienen más remedio que trabajar a tiempo parcial, lo que se traduce en menos ingresos. Y 40 millones de personas con bajos recursos que acuden a las ayudas públicas para poder comer, a los conocidos food stamps: para todos ellos, la vida es una especie de depresión contenida. Tampoco hay buenas noticias para las empresas, que ven cómo la demanda vuelve a bajar. Ni en el sector de la vivienda, donde las ventas avanzan al menor ritmo en cinco décadas. Mark Zandi, de Moody’s, opina que el riesgo de una recaída es "incómodamente alto". Goldman Sachs hablaba hace unas de semanas de un 20% de posibilidades. El gurú Nouriel Roubini eleva esa cifra al 40%.

Fuera de EE UU las dudas son similares. "La década anterior a la crisis no fue normal. O sea que la crisis también puede ser anormal en los países que más deuda acumularon. Algunos de los europeos -y desde luego EE UU- van a sufrir un proceso doloroso de vuelta a niveles normales de endeudamiento, que puede llevar siete años", señala Reinhart. Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters, asegura que eso no supondrá una recaída en la recesión -la famosa double dip-, al menos por ahora. "Pero sí en un crecimiento débil durante mucho tiempo, con fases de algo más de aceleración y otras de caídas durante años, que más adelante -en un par de años- sí podrían convertirse en una doble recesión", señala. "Pero es que en todas las grandes crisis ese ha sido el patrón de comportamiento", declara. Para José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, la clave es la política económica: tanto el papel de los bancos centrales como el de los Gobiernos, enzarzados en el debate entre austeridad o nuevos estímulos. "En EE UU hay polémica acerca de una tercera ronda de estímulos. En Europa ya nadie habla de eso, pero no hay que olvidar que las medidas de austeridad de Alemania, por ejemplo, no entran en vigor hasta 2012. En los países que no han tenido más remedio que adelantarse, como España e Irlanda, la situación ha mejorado pero vienen trimestres complicados. La recaída o no en la recesión dependerá de lo que tire el sector exterior", apunta.

Los mercados están nerviosos. Y los analistas también: esta misma semana Wall Street llegó a bajar por una sentencia que obliga a Hacienda a rehacer 20.000 liquidaciones de IVA, según Bloomberg, pese a que el Gobierno español asegura que eso no supondrá ningún coste. "Hay mucho nerviosismo, cualquier mala noticia genera inquietud. Y sin embargo nada ha cambiado: sigue habiendo un foco de potenciales problemas con la deuda pública y en algunos sectores financieros, como el irlandés o el español. Pero eso no tiene por qué afectar la dinámica de la recuperación, que será anémica pero al fin y al cabo es recuperación", apostilla Antonio García Pascual, de Barclays Capital.

Entre "la codicia es buena" que pronunciaba Gordon Gekko en Wall Street y lo que decía el personaje de Charlie Sheen, "el dinero es una maldición", debería haber un término medio. Entre los accesos de optimismo y ese movimiento pendular hacia el pesimismo, también. Pero ni los banqueros ni los Gobiernos ni los economistas ni los mercados acaban de encontrarlo.

Fuente: El País


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¿Manipulación en las Bolsas?

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@S. McCoy – 25/07/2009

Y el mercado de acciones estalló. Tras haber amagado con la ruptura a la baja del importante soporte del 878, el S&P 500 ha rebotado con una fuerza inusitada que le ha llevado a romper la fuerte resistencia que el indicador presentaba alrededor de los 950 puntos, lugar de convergencia entre la tendencia bajista de largo plazo iniciada en octubre de 2007 y la alcista de corto que viene de los mínimos de marzo. Las posibles formaciones de hombro, cabeza, hombro cuya confirmación amenazaba con un fuerte recorrido a la baja en caso de materializarse, se han convertido en triples suelos que consolidan el vigor del mercado. La subida, como era previsible, ha sido extraordinariamente virulenta y nos ha dejado a los que preveíamos que la dirección de las bolsas sería la contraria con un palmo de narices.

Como cualquier otro movimiento técnico, detrás de su origen hay que buscar una causa fundamental. Y en esta ocasión no iba a ser menos. Han convergido, por una parte, unos resultados empresariales -fundamental pero no exclusivamente de financieras y tecnológicas, véase el caso de GE- mejores de lo esperado que, en el caso de las firmas del Nasdaq han sido fruto de la capacidad de reacción que la globalización ha propiciado. Aún así las caídas interanuales de beneficios siguen siendo importantes, como nos recuerda este revelador chart. Igualmente, la doctrina de los brotes verdes continúa ganando adeptos en la medida en la que los datos macro sorprenden positivamente y, aunque no se puede de hablar de recuperación propiamente dicha salvo en muy contadas economías, se impone al menos la tesis de la normalización. La conclusión es que el horizonte veraniego se plantea mucho más halagüeño de lo que el dato de paro estadounidense apuntaba hasta hace sólo un par de semanas.

¿Y España? Bueno, el jueves me sugería un lector que destacáramos lo bueno de nuestro país, que es mucho y abundante, que parece que sólo nos fijamos en el lado oscuro de la fuerza zapateril. Bueno, querido Jaime, pues un guiño para ti. El IBEX tira porque se ha convertido en una aproximación bastante certera a la emergencia latinomericana y, en concreto, tanto a México como a Brasil. Por si les cupiera alguna duda, echen un vistazo a estos gráficos de Bloomberg que comparan el comportamiento de los principales selectivos de los tres países tanto desde el inicio del año como a partir de la recuperación que se iniciara a comienzos de marzo. La correlación es prácticamente absoluta. Esto, que en el pasado era un factor de riesgo adicional, se ha convertido ahora en garantía de estabilidad si nos creemos la solida posición financiera de estas naciones, y en especial de la economía brasileña. El IBEX es cada vez más Latibex. Importa menos lo que ocurra dentro de nuestras fronteras.

Sombras de manipulación en el horizonte.

Sin embargo, una sombra de duda acecha sobre la reciente evolución de los mercados financieros a nivel mundial. Las primeras sospechas aparecieron a principios de julio cuando alguno de los blogs más outsiders de Estados Unidos se hicieron eco de la detención de uno de los principales operadores de mercado de Goldman Sachs al que el banco de inversión norteamericano acusaba de haber robado códigos que permitían a la entidad llevar a cabo operaciones de trading de alta frecuencia o Algo Trading, llamados así pues su fundamento último es algorítmico. ¿El fundamento de la Fiscalía? Su potencialidad para manipular las bolsas. Vaya, en manos del individuo, sí; de la entidad, no. Ummmm. En ese mismo post se nos recordaba cómo el 50% del volumen en Estados Unidos corresponde a este tipo de operativa muy de corto plazo que ha sido la heredera cuantitativa natural a esos otros programas que se vieron superados por cisnes no sólo negros sino de todos los colores. Y, por último, que como consecuencia de la detención Goldman, que era el líder indiscutible en esta actividad, había desaparecido del mapa. Suerte que ya estaban cerrados los maravillosos resultados del segundo trimestre.

El Algo Trading o High Frequency Trading (HFT) consiste, en su versión más simplificada, en una rabiosa operativa intradiaria, de extraordinaria rotación y muy bajo margen, que persigue aprovecharse de los diferenciales entre la oferta y la demanda mediante el posicionamiento, según convenga, en uno u otro lado de la ecuación. La ejecución es automatizada y la labor intelectual humana se limita a la creación y mantenimiento de los programas que se convierten, de esta manera, en creadores de mercado, toda vez que los volúmenes que manejan son muy elevados y la rapidez con la que liquidan sus posiciones extraordinaria. ¿Vamos hacia el Reino Bursátil de los Ordenadores? No sé pero, de hecho, cuando uno hace la ronda por los brokers conocidos y les pregunta acerca de la actividad del cliente final en toda esta subida, la respuesta unánime es: por aquí no ha pasado. ¿Entonces?

Entonces, como nos recordaba ayer mismo el New York Times, la respuesta a muchas de las preguntas de los últimos días. Y es que el círculo vicioso es innegable. El HFT permite a la entidad en cuestión obtener suculentas plusvalías a costa, en muchas ocasiones, de inversores que compiten con medios técnicos más limitados; tales resultados positivos, que suponen el 60% del total en un caso como el de Goldman Sachs, disparan la cotización de la firma que arrastra consigo a los principales selectivos mundiales; el mercado se hace direccional con lo que la operativa del HFT, se refuerza y así sucesivamente. Una dinámica difícil e romper y que generó por si sola 21.000 millones de beneficios en 2008. Clavo ardiendo al que aferrarse. Y vaya si se aferran.

Al final del día, aparte de ser un día más viejo, como cantan en Los Miserables, lo que cuenta es el resultado. Y lo que no se puede negar es la evidencia: lo que aventuraba ser un año bursátil desastroso se ha dado la vuelta de forma acelerada llenando los bolsillos de los inversores más avezados. La justificación fundamental existe, aunque se haya visto probablemente superada ya por los acontecimientos. La potencial manipulación, también, con el problema añadido de su difícil ruptura salvo intervención administrativa, que ya se vislumbra en el horizonte. Todo cambia, para seguir igual, de momento. Veremos a ver lo que pasa entonces. ¿Y ahora, qué? Seguir vigilando niveles: las resistencias pasan a ser soportes y en el punto de mira el 1008/1017 del S&P500 que, de romperse, llevaría al indicador al 1.100 que es el objetivo, nuevo, tarde y mal, como casi siempre, de estrategas como los de Credit Suisse y Morgan Stanley. Sean buenos y temerosos de Dios.

Fuente: Cotizalia


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El oro rompió su inercia y apuesta a superar su récord histórico

Luego de valer durante varios meses a u$s950 la onza, en lo que va de septiembre la cotización comenzó a subir en forma sostenida. Los pronósticos

0296963 Hace apenas una semana, la cotización del oro superó la barrera de los 1.000 dólares la onza por primera vez en seis meses. En su marcha ascendente, el miércoles tocó los precios máximos en 18 meses mientras que el dólar retrocedía a su menor valor del año frente al euro.

En el mercado de Nueva York el lingote negociado al contado tocó un máximo deu$s1.020,50 la onza, frente a 1.005,90 dólares del cierre del martes. De mantenerse esta combinación de factores, el mercado espera que el metal precioso siga avanzando debido al interés de los inversores de incorporarlo como un activo alternativo a sus carteras.

Operadores consultados por Reuters afirmaron que podría superar su máximo histórico de u$s1.030 la onza si el dólar sigue debilitándose.

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Fuente: Kitco.com

En este contexto, la analista Suki Cooper, de Barclays Capital, sostuvo que “si el dólar sigue bajando, el oro podría continuar trepando”.

Precisamente, el billete verde retrocedió a su menor valor de este año frente al euro, con la divisa única superando los 1,47 dólares por primera vez desde diciembre. Esto se debe a la salida de muchos inversores de esa moneda y sú búsqueda de activos más riesgosos, y más rentables, ahora que perciben que lo peor de la crisis global habría quedado atrás.

Su precio está ligado al del dólar por una fuerte correlación inversa, y tiende a apreciarse cuando éste se debilita. Esta menor aversión al riesgo también se hizo visible en las cotizaciones de las principales bolsas del mundo, que tocaron sus valores máximos de 11 meses.

La escalada del oro ayudó al avance de otros metales preciosos, con la plata y el platino -ambos de amplio uso industrial. La plata subió a su mayor registro en 12 meses, a u$s17,33 la onza, y el platino tocó los 1.338 dólares, su mayor precio desde septiembre del 2008.

"Alcanzar los 1.000 dólares la onza es tan sólo una de las primeras etapas de un gran mercado alcista para el oro. Este mantiene su valor cuando todos los demás activos bajan. El oro es dinero. Es la más antigua y la más sólida de las divisas, puesto que no se puede crear de la nada ni por decreto de los bancos centrales, como sí sucede con las divisas", señaló Marion Mueller, directora de OroyFinanzas.

"Las razones para la continuada suba de su precio se deben buscar no sólo en la inflación, ni en la depreciación de la moenda estadounidense, sino en un abanico de factores económicos, financieros y políticos que están causando malestar y desconfianza entre los inversores de todo el mundo. Esto se traducirá en mayores subas", explicó la directora del periódico digital especializado en este mercado.

El peso cada vez mayor de los ETF

El actual envión de las cotizaciones se debe en gran medida al considerable aumento de compras de oro a través de diversos Fondos Cotizados (ETF), que replican el precio de la onza.

Los Exchange Traded Funds (ETF) son certificados que representan una cuotaparte de una “canasta” de activos.
Cada una de éstas tiene una composición específica, con el objetivo de seguir el comportamiento de un determinado índice, mercado o industria.

Existen mas de 400 ETFs distintos que permiten invertir, por ejemplo, en acciones de tecnología, energía, biotecnología, medios, telecomunicaciones, transporte, S&P500, NASDAQ, Europa, Asia, mercados emergentes, granos, metales preciosos, petroleo, bonos, monedas, estrategias, etc.

Este tipo de activo está orientado a individuos o empresas que desean invertir en un portfolio diversificado en el exterior, de manera sencilla y a bajo costo.

Los ETFs se negocian en el mercado bursátil de la misma forma que una acción. Su cotización puede consultarse online y su operatoria es extremadamente simple, con montos que van desde los u$s 5.000 en adelante, y no se requiere una permanencia mínima.

En el caso particular del oro, desde Rava Sociedad de Bolsa dijeron que el preferido es GLD, cuyo objetivo es reflejar el precio del lingote. Con el GLD se puede invertir en este metal de forma más segura, innovadora y eficiente. Al negociarse en un mercado transparente y regulado, la autenticidad y seguridad de este instrumento es innegable.

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Fuente: Rava Sociedad de Bolsa

El activo subyacente a este ETF consiste en oro físico custodiado en el HSBC Bank of USA. Para determinar su valor se tiene en cuenta el precio del oro de London Fix.

La posición de los bancos centrales

En una reunión anual de esa industria, el economista Martin Murenbeeld afirmó que había un cambio positivo en la postura de los bancos centrales hacia el oro como inversión de una parte clave de sus reservas.

"Los bancos centrales y los países del G-20 se han quejado del dólar y de las políticas monetarias y fiscales de los Estados Unidos, que los lleva a pensar más y más sobre cambiar sus tenencias", afirmó el presidente de la consultora DundeeWealth Economics.

"Ellos no tienen una gran cantidad de opciones para cambiar sus reservas, y el oro está siendo mencionado con más frecuencia como un activo importante", agregó.

Recientemente, China y otras potencias económicas emergentes han mostrado un creciente interés en el metal, en lugar de acumular sus reservas de divisas en activos cotizados en dólares.

Pero no es el único que mantiene esa posición, ya que por ejemplo el muy respetado Richard Russell, que viene acertando en los mercados desde 1958, cree que la Reserva Federal tiene un gran interés en evitar que el precio del oro suba de forma algo más que gradual.

Russell argumentó que “la FED está tratando de luchar contra las fuerzas de la deflación a base de imprimir dinero en unas proporciones que no tienen precedente alguno en la historia”.

El gurú enfatizó que si el oro comenzara a llamar la atención a partir de subas espectaculares de su precio, se estaría poniendo de manifiesto que hay serios problemas económicos y financieros, y que los Gobiernos se encuentran en dificultades para enfrentarlos.

Aben Jaldin, en un artículo publicado en el portal OroyFinanzas, consideró que “el oro, como el termómetro, es un indicio de la salud del paciente. Podría ser que se estuviera solucionando el problema de la enfermedad de la depresión económica a base de un tratamiento que nos llevará a las puertas de la hiperinflación monetaria, y que esto se vería reflejado en la cotización del oro”.

¿Qué se espera para los próximos años?

El precio subiría por encima de los u$s1.110 la onza, en el 2010, debido a que los Bancos Centrales podrían diversificar sus reservas dada la inestabilidad del dólar, dijo Murenbeeld en un foro en Denver. Murenbeeld estima que podría trepar a un promedio de u$s1.116 la onza en el 2010.

Además, Murenbeeld, quien también es profesor adjunto del programa MBA de la Universidad de Victoria, señaló que se está volviendo cada vez más usado en portafolios de inversión por rendimiento y menores riesgos en general.
"Más y más administradores de portafolios están comenzando a pensar en oro y materias primas como un activo de inversión", aseguró.

Los precios pueden evolucionar "fácilmente" por encima de los u$s1.000, debido a temores inflacionistas.
"Es altamente probable que la monetización de la deuda y unas tasas de interés superbajas, en particular en Estados Unidos" terminen por alimentar la inflación, estimó el director general de GFMS, Philip Klapwijk.

Para luchar contra la recesión más profunda en 50 años, los bancos centrales de las economías desarrolladas bajaron sus tasas a niveles históricamente bajos, entre 0 y 0,25% en Estados Unidos, 0,5% en Gran Bretaña. También compraron masivamente bonos del Tesoro para desatascar el sistema crediticio.

En este contexto el oro lleva todas las de ganar, dado que es una inversión que los inversores privilegian en un contexto inflacionario.

Rubén Ramallo
© iProfesional.com

Fuente: InfobaeProfesional


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¿De crisis financiera a crisis de la deuda?

TRIBUNA: Primer plano KENNETH ROGOFF

KENNETH ROGOFF 13/09/2009

bola1 Todo el mundo -desde la reina de Inglaterra hasta los trabajadores de la industria automovilística despedidos en Detroit- quiere saber por qué no hubo más expertos que vieran acercarse la crisis financiera. Se trata de una pregunta embarazosa. ¿Cómo pueden estar tan seguras las autoridades de que la catástrofe financiera no reaparecerá pronto cuando, para empezar, parecieron no tener idea de que semejante crisis ocurriría?

La respuesta no es demasiado tranquilizadora. Esencialmente, sigue existiendo un riesgo de que la crisis financiera esté hibernando, mientras se metamorfosea lentamente en una crisis de deuda gubernamental.

Para bien o para mal, la razón por la que la mayoría de los inversores tienen ahora mucha mayor confianza que hace unos meses es la de que los Gobiernos de todo el mundo han colocado una enorme red de seguridad bajo gran parte del sistema financiero. Al mismo tiempo, han apuntalado las economías incurriendo en déficit en gran escala, mientras que los bancos centrales han reducido los tipos de interés casi a cero.

Pero ¿puede ser la liberalidad de los Gobiernos la última respuesta? Los apoyos de los Gobiernos dan resultado porque los contribuyentes tienen bolsillos profundos, pero ningún bolsillo carece de fondo, y cuando los Gobiernos, en particular los grandes, tienen problemas, no hay apoyo al que recurrir. Con unos niveles de deuda en todo el mundo que sólo se ven después de guerras, es evidente que la estrategia actual no es sostenible.

Si la trayectoria es insostenible, ¿por cuánto tiempo puede seguir acumulándose la deuda? No lo sabemos. Los economistas académicos han creado instrumentos útiles para predecir qué economías son las más vulnerables ante una crisis financiera, pero, aunque podemos descubrir las vulnerabilidades, determinar el momento oportuno resulta virtualmente imposible.

Nuestros modelos revelan que en teoría incluso una economía que está excesivamente apalancada puede avanzar laboriosamente durante años, durante muchos decenios incluso, antes de estrellarse y arder. Todo se reduce a una cuestión de confianza y coordinación de las perspectivas, que, a su vez, dependen de los antojos de la naturaleza humana. Así, podemos decir qué países son más vulnerables, pero especificar exactamente dónde y cuándo harán erupción las crisis es prácticamente imposible.

Una buena analogía es la predicción de los ataques al corazón. Una persona obesa, con hipertensión y niveles elevados de colesterol tiene, estadísticamente, muchas más probabilidades de sufrir un ataque al corazón o una apoplejía graves que una persona que carezca de todas esas vulnerabilidades y, sin embargo, personas con gran riesgo pueden pasar a menudo decenios sin problemas. Al mismo tiempo, las personas que parecen tener poco riesgo son también vulnerables a los ataques al corazón.

Naturalmente, la vigilancia minuciosa brinda en potencia información muy útil para prevenir los ataques al corazón. Sin embargo, sólo es útil, en última instancia, si se somete a la persona a un tratamiento y si ésta tal vez emprende un importante cambio en su forma de vida.

Lo mismo es aplicable a los sistemas financieros. Una buena vigilancia brinda información que sólo es útil si hay una respuesta. Lamentablemente, vivimos en un mundo en el que el sistema político y regulador es con frecuencia muy débil y corto de miras.

De hecho, ninguna economía es inmune a las crisis financieras, por mucho que los inversores y los dirigentes intenten convencerse de lo contrario, como Carmen Reinhart y yo mostramos en nuestro nuevo libro, irónicamente titulado This time is different. Eight centuries of financial folly (Esta vez es diferente. Ocho siglos de insensatez financiera). Ahora mismo, la última insensatez sobre lo de que esta vez es diferente es la de que, como los Gobiernos están cargando sobre sus hombros toda esa deuda, los demás no tenemos por qué preocuparnos.

Se nos asegura constantemente que los Gobiernos no dejarán de pagar sus deudas. En realidad, los Gobiernos de todo el mundo dejan de hacerlo con pasmosa regularidad, ya sea abiertamente o mediante la inflación. Incluso Estados Unidos, por ejemplo, redujo en gran medida su deuda mediante la inflación en la década de los setenta y también el valor del dólar en relación con el oro de 20 dólares por onza a 34 en el decenio de 1930.

Por ahora, la buena noticia es la de que mientras el crédito gubernamental se sostenga, se contendrá la crisis. La mala noticia es la de que el ritmo al que se está acumulando la deuda gubernamental podría propiciar fácilmente una segunda oleada de crisis financieras dentro de unos años.

Lo más preocupante es la enorme dependencia de Estados Unidos respecto de los créditos exteriores, en particular de China: desequilibrio que probablemente plantará las semillas de la crisis actual. Los asiáticos reconocen que, si siguen acumulando deuda en papel, corren el riesgo de sufrir la misma suerte que los europeos hace tres decenios cuando acumularon deuda de EE UU, se fundió espectacularmente mediante la inflación.

La pregunta que debemos hacernos hoy no es la de por qué nadie está advirtiendo sobre la próxima crisis, cosa que sí que se está haciendo, sino la de si los dirigentes políticos están prestando atención. El ajuste de los insostenibles niveles de déficit gubernamental es una cuestión decisiva que los dirigentes del G-20 deben plantearse cuando se reúnan en Pittsburg este mes. De lo contrario, la reina Isabel II y los trabajadores de la industria automovilística de Detroit volverán a preguntarse muy pronto por qué nadie la vio acercarse.

Fuente: El País


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Un año después

ANÁLISIS: Primer plano

JEFFREY D. SACHS 13/09/2009

2008022822hell_heaven Ha transcurrido casi un año desde que la economía mundial se tambaleaba al borde de la calamidad. En el transcurso de tres días, desde el 15 hasta el 17 de septiembre de 2008, Lehman Brothers se declaró en bancarrota, la megaaseguradora AIG pasó a estar en manos del Gobierno de EE UU y el simbólico Merril Lynch de Wall Street fue absorbido después de quebrar por el Bank of America gracias a un acuerdo facilitado y financiado por el Gobierno estadounidense. A renglón seguido se desató el pánico y el crédito dejó de circular. Las empresas no financieras eran incapaces de obtener capital para funcionar, y todavía menos fondos para inversiones a largo plazo. Una depresión parecía posible.

Ahora la tormenta ha amainado. Meses de medidas de emergencia tomadas por los principales bancos centrales del mundo evitaron que los mercados financieros se desplomaran. Cuando los bancos dejaron de proveer liquidez a corto plazo a otros bancos y empresas industriales, los bancos centrales llenaron el vacío. Como consecuencia, las principales economías evitaron un desplome del crédito y de la producción. La sensación de pánico se ha aplacado. Los bancos han vuelto a prestarse dinero unos a otros.

Aunque se ha evitado lo peor, la situación sigue siendo dolorosa. La crisis culminó en el hundimiento de los precios de los activos a finales de 2008. Las familias de clase media y acaudaladas de todo el mundo se sentían más pobres y por consiguiente redujeron drásticamente el gasto. Los precios del petróleo y los alimentos se pusieron por las nubes y contribuyeron a causar más dolor y, por tanto, a la recesión. Las empresas eran incapaces de vender su producción, lo cual provocó recortes y despidos. El aumento del desempleo agravó la pérdida de riqueza de los hogares, lo cual puso a las familias en grave peligro económico e indujo recortes adicionales en el gasto de los consumidores.

El gran problema ahora es que el paro sigue aumentando en EE UU y en Europa, porque el crecimiento es demasiado lento para crear suficientes puestos de trabajo. La deslocalización sigue sintiéndose en todo el mundo.

Se ha desatado un acalorado debate en torno al denominado "gasto en medidas de estímulo" en EE UU, Europa y China. Dicho gasto pretende compensar el declive en el consumo de las familias y en las inversiones de las empresas con desembolsos más elevados del Gobierno o con incentivos fiscales. En EE UU, por ejemplo, aproximadamente un tercio del plan de estímulo de 800.000 millones de dólares se compone de rebajas fiscales (para incentivar el gasto del consumidor); otro tercio consiste en desembolsos públicos para carreteras, colegios, energía y otras infraestructuras, y el último tercio adopta la forma de transferencias federales a gobiernos estatales y locales para sanidad, seguros de desempleo, salarios para los colegios y otras cosas por el estilo.

Las medidas para estimular la economía despiertan controversia porque aumentan los déficits presupuestarios y, por consiguiente, implican la necesidad de recortar el gasto o subir los impuestos en un futuro próximo. La pregunta es si conseguirán que la producción y el empleo se recuperen a corto plazo y, de ser así, si harán lo bastante para compensar los inevitables problemas presupuestarios que se avecinan.

La verdadera efectividad de estos paquetes de medidas no está clara. Supongamos que el Gobierno concede una rebaja fiscal para aumentar el dinero que los consumidores se llevan a casa. Si los consumidores esperan que sus impuestos suban en el futuro, es posible que decidan ahorrar esa rebaja fiscal en lugar de aumentar el consumo. En ese caso, el estímulo tendrá poco impacto positivo en el gasto de las familias y empeorará el déficit presupuestario.

Una primera valoración de las medidas de estímulo da a entender que el programa de China ha funcionado bien. La drástica caída de las exportaciones chinas a EE UU se ha visto compensada por un aumento acusado del gasto del Gobierno chino en infraestructuras: por ejemplo, en la construcción del metro en las ciudades más grandes de China.

En EE UU, el veredicto no está tan claro. Es probable que la rebaja fiscal se haya ahorrado en lugar de gastado. El componente de las infraestructuras todavía no se ha invertido debido a los prolongados retrasos a la hora de transformar el plan de estímulo estadounidense en verdaderos proyectos de construcción. La tercera parte -las transferencias a los gobiernos estatales y locales- ha conseguido casi con toda seguridad que se mantenga el gasto en escuelas, sanidad y los parados.

En resumen, las medidas de estímulo en EE UU probablemente hayan tenido un efecto positivo aunque pequeño sobre el gasto, pero no decisivo para la economía. Es más, la preocupación por el enorme déficit presupuestario, que ahora ronda los 1,8 billones de dólares al año (el 12% del PIB), seguramente aumentará, lo cual no sólo creará una enorme incertidumbre en la política y los mercados financieros, sino que también disminuirá la confianza de los consumidores a medida que las familias centren su atención en los posibles recortes presupuestarios y subidas de impuestos en el futuro. EE UU ha alcanzado los límites prácticos de la dependencia del gasto en estímulos a corto plazo, y tendrá que empezar a recortar el déficit presupuestario y a fomentar vías alternativas hacia el crecimiento.

Cuando la crisis empeoró hace un año, Barack Obama introdujo en la campaña presidencial el tema de la "recuperación verde", basada en un repunte de la inversión en energías renovables, nuevos vehículos eléctricos, edificios verdes eficientes y una agricultura razonable desde un punto de vista ecológico. Al desatarse la batalla contra el pánico financiero, la atención política se alejó de esa recuperación verde. Ahora EE UU necesita volver a esta importante idea.

Los consumidores agobiados por las deudas en EE UU y en Europa reducirán el gasto en los próximos años para recuperar su riqueza y sus pensiones. Pero la consiguiente falta de actividad económica nos brinda la oportunidad -y necesidad- histórica de compensar el bajo gasto del consumidor con un aumento del gasto en inversión en tecnologías sostenibles.

La política gubernamental en EE UU y otros países ricos debería estimular esas inversiones mediante incentivos especiales. Éstos incluyen un sistema de límites e intercambio de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero, subvenciones para la investigación y desarrollo de tecnologías sostenibles, tarifas especiales e incentivos reguladores para las energías renovables, subvenciones para los consumidores y otros incentivos para la utilización de nuevas tecnologías verdes y la puesta en práctica de programas de infraestructuras verdes, como el transporte de masas.

El mundo rico también debería ofrecer a los países más pobres becas y préstamos a bajo interés para comprar tecnologías para energías sostenibles, como la solar y la geotérmica. El hacerlo contribuiría a la recuperación mundial, mejoraría la sostenibilidad medioambiental a largo plazo y aceleraría el desarrollo económico.

Esta crisis puede constituir una oportunidad para apartarnos del camino de las burbujas financieras y el consumo excesivo y seguir la vía del desarrollo sostenible. De hecho, el aprovechar esta oportunidad es la única receta que nos queda para un crecimiento verdadero.

Fuente: El País


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¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?

TRIBUNA: Primer plano PAUL KRUGMAN

 

PAUL KRUGMAN 13/09/2009

tanque-vacio_es I. CONFUNDIENDO LA BELLEZA CON LA VERDAD

Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada.

En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista".

Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica.

El año pasado, todo esto se vino abajo.

En el despertar de la crisis, las líneas de falla de la profesión de economista han bostezado con más amplitud que nunca. Lucas dice que los planes de estímulo de la Administración de Obama son "economía de baratija" y su colega de Chicago John Cochrane dice que están basados en desacreditados "cuentos de hadas". Como respuesta, Brad DeLong, de la Universidad de California en Berkeley, escribe sobre el "derrumbe intelectual" de la Escuela de Chicago, y yo mismo he escrito que estos comentarios de los economistas de Chicago son el producto de una Edad Oscura de la macroeconomía, donde el conocimiento tan arduamente conseguido ha quedado olvidado.

¿Qué le ha sucedido a la profesión de economista? ¿Y adónde va a partir de ahora?

II. DE SMITH A KEYNES Y VUELTA ATRÁS

El nacimiento de la economía como disciplina se atribuye habitualmente a Adam Smith, quien publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Durante los siguientes 160 años se desarrolló un extenso cuerpo de economía teórica, cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Ésta era la presunción básica de la economía neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de sus predecesores clásicos).

Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes tanto acerca de la explicación de lo que había pasado como de la solución de futuras depresiones.

A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no quería que el gobierno dirigiera la economía. En su obra capital, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en 1936, él mismo describió su análisis como "moderadamente conservador en sus repercusiones". Quería organizar el capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante. Y apeló a la activa intervención del gobierno -imprimiendo más moneda y, si fuera necesario, con un fuerte gasto en obras públicas- para combatir el desempleo durante las depresiones.

La historia de la economía a lo largo del último medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del keynesianismo y de un retorno al neoclasicismo. El renacer neoclásico fue guiado inicialmente por Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó ya en 1953 que la economía neoclásica sirve adecuadamente como descripción del modo en que la economía funciona realmente, al ser "extremadamente fructífera y merecedora de plena confianza". Pero ¿qué hay de las depresiones?

El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con la doctrina conocida como monetarismo. Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea de que una economía de mercado necesite una deliberada estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo, que una intervención gubernamental muy limitada y restringida -a saber, instruir a los bancos centrales a mantener el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los depósitos bancarios creciendo a ritmo estable- es todo lo que se requería para prevenir depresiones.

Friedman empleó un argumento convincente contra cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el desempleo por debajo de su nivel natural(actualmente calculado en torno al 4,8% en Estados Unidos): las políticas excesivamente expansionistas, predijo, llevarían a una combinación de inflación y alto desempleo; una predicción que fue confirmada por la estanflación de los años setenta, la cual impulsó en gran medida la credibilidad del movimiento antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la de sus sucesores.

Por su parte, ciertos macroeconomistas consideraban que las recesiones eran algo bueno que formaba parte del ajuste al cambio de una economía. E incluso quienes no eran partidarios de llegar tan lejos argüían que cualquier intento de enfrentarse a una depresión económica provocaría más mal que bien.

Muchos macroeconomistas llegaron a autoproclamarse como neokeynesianos, ya que seguían creyendo en el papel activo del gobierno. Aun así, la mayoría aceptaba la noción de que inversores y consumidores son racionales y que los mercados por lo general lo hacen bien.

Por supuesto que unos pocos economistas no aceptaban la asunción del comportamiento racional, cuestionaban la creencia de que los mercados financieros merecen confianza y hacían ver la larga historia de crisis financieras que tuvieron devastadoras consecuencias económicas. Pero eran incapaces de hacer muchos progresos frente a una complacencia que, vista retrospectivamente, era tan omnipresente como insensata.

III. FINANZAS DE CASINO

En los años treinta, los mercados financieros, por razones obvias, no suscitaron mucho respeto. Keynes consideró que era una mala idea la de dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios: "Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho".

Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del discurso académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostiene que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible.

Y por los años ochenta, hubo economistas financieros, en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que defendían que, dado que los mercados financieros siempre aciertan con los precios, lo mejor que pueden hacer los jefes de las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En otras palabras, los economistas financieros creían que debemos poner el desarrollo del capital de la nación en manos de lo que Keynes había llamado un "casino".

El modelo teórico desplegado por los economistas financieros al asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y recompensa -el llamado CapitalAsset Pricing Model, o CAPM (pronúnciese cap-em)- es maravillosamente elegante. Y si uno acepta sus premisas también es algo sumamente útil. Este CAPM no sólo te dice cómo debes elegir tu cartera de inversiones, sino, lo que es incluso más importante desde el punto de vista de la industria financiera, te dice cómo poner precio a los derivados financieros. La elegancia y aparente utilidad de la nueva teoría produjo una sucesión de premios Nobel para sus creadores, y muchos profesores de escuelas de negocios se convirtieron en ingenieros espaciales de Wall Street, ganando salarios de Wall Street.

Para ser justos, los teóricos de las finanzas produjeron gran cantidad de pruebas estadísticas, lo que en un principio pareció de gran ayuda. Pero esta documentación era de un formato extrañamente limitado. Los economistas financieros rara vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de fácil contestación) de si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello, sólo preguntaban si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de los precios de otros activos.

Pero los teóricos de las finanzas continuaron creyendo que sus modelos eran esencialmente correctos, y así lo hizo también mucha gente que tomaba decisiones en el mundo real. No fue el menos importante de ellos Alan Greenspan, quien era entonces el presidente de la Reserva Federal y que durante mucho tiempo respaldó la desregulación fiscal, cuyo rechazo a los avisos de poner freno a los créditos subprime o de enfrentarse a la creciente burbuja inmobiliaria descansaban en buena parte en la creencia de que la economía financiera moderna lo tenía todo bajo control.

En octubre del pasado año, sin embargo, Greenspan admitió encontrarse en un estado de "conmocionada incredulidad", debido a que "todo el edificio intelectual" se había "derrumbado".

IV. NADIE PODÍA HABERLO PREDICHO…

En los recientes y atribulados debates sobre economía se ha generalizado una frase clave: "Nadie podía haberlo predicho…". Es lo que uno dice con relación a desastres que podían haber sido predichos, debieran haber sido predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal molestia.

Tomemos, por ejemplo, el precipitado auge y caída de los precios de la vivienda. Algunos economistas, en particular Robert Shiller, identificaron la burbuja y avisaron de sus dolorosas consecuencias si llegaba a reventar. Pero, aún en 2004, Alan Greenspan descartó hablar de burbuja inmobiliaria: "Una grave distorsión nacional de precios", declaró, era "muy improbable". El incremento en el precio de la vivienda, dijo Ben Bernanke en 2005, "en gran medida es el reflejo de unos fuertes fundamentos económicos".

¿Cómo no se dieron cuenta de la burbuja? Para ser justo, los tipos de interés eran inusualmente bajos, lo que posiblemente explica parte del alza de precios. Puede ser que Greenspan y Bernanke también quisieran celebrar el éxito de la Reserva Federal en sacar a la economía de la recesión de 2001; conceder que buena parte de tal éxito se basara en la creación de una monstruosa burbuja debiera haber puesto algo de sordina a esos festejos.

Pero había algo que estaba sucediendo: una creencia general de que las burbujas sencillamente no tienen lugar. Lo que llama la atención, cuando uno vuelve a leer las garantías de Greenspan, es que no estaban basadas en la evidencia, sino que estaban basadas en el aserto apriorístico de que simplemente no puede haber una burbuja en el sector inmobiliario.

Y los teóricos de las finanzas eran todavía más inflexibles en este punto. En una entrevista realizada en 2007, Eugene Fama, padre de la hipótesis del mercado eficiente, declaró que "la palabra burbuja me saca de quicio" y continuó explicando por qué podemos fiarnos del mercado inmobiliario: "Los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas. Se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con cuidado y comparan precios".

De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente el precio de su compra potencial con los precios de otras casas. Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas está justificado.

En pocas palabras, la fe en los mercados financieros eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría, de los economistas ante la aparición de la mayor burbuja financiera de la historia. Y la teoría del mercado eficiente también desempeñó un significante papel en inflar esa burbuja hasta ese primer puesto.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de dólares. Se han perdido más de 6 millones de puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su más alto nivel desde 1940. Así que ¿qué orientación tiene que ofrecer la economía moderna ante el presente aprieto? ¿Y deberíamos fiarnos de ella?

V. LA PELEA POR EL ESTÍMULO

Durante una recesión normal, la Reserva Federal responde comprando Letras del Tesoro -deuda pública a corto plazo- de los bancos. Esto hace bajar los tipos de interés de la deuda pública; los inversores, al buscar un tipo de rendimiento más alto, se mueven hacia otros activos, haciendo que bajen también otros tipos de interés; y normalmente esos bajos tipos de interés finalmente conducen a la recuperación económica. La Reserva Federal abordó la recesión que comenzó en 1990 bajando los tipos de interés a corto plazo del 9% al 3%. Abordó la recesión que comenzó en 2001 bajando los tipos de interés del 6,5% al 1%. E intentó abordar la actual recesión bajando los tipos de interés del 5,25% al 0%.

Pero resultó que el cero no es lo suficientemente bajo como para acabar con esta recesión. Y la Reserva Federal no puede poner los tipos a menos de cero, ya que con tipos próximos al cero los inversores sencillamente prefieren acaparar efectivo en lugar de prestarlo. De tal modo que a finales de 2008, con los tipos de interés básicamente en lo que los macroeconomistas llaman zero lower bound, o límite inferior cero, como quiera que la recesión continuaba ahondándose, la política monetaria convencional había perdido toda su fuerza de tracción.

¿Y ahora qué? Ésta es la segunda vez que Estados Unidos se ha tenido que enfrentar al límite inferior cero, habiendo sido la Gran Depresión la ocasión precedente. Y fue precisamente la observación de que hay un límite inferior a los tipos de interés lo que llevó a Keynes a abogar por un mayor gasto público: cuando la política monetaria es infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que gaste más, el sector público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento de la economía. El estímulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.

Tal pensamiento keynesiano subyace en las políticas económicas de la Administración de Obama. John Cochrane, de la Universidad de Chicago, indignado ante la idea de que el gasto gubernamental pudiera mitigar la última recesión, declaró: "Eso no forma parte de lo que todos hemos enseñado a los estudiantes graduados desde los años sesenta. Ésas (las ideas keynesianas) son cuentos de hadas que han demostrado ser falsas. Es muy reconfortante en los momentos de tensión volver a los cuentos de hadas que escuchamos de niños, pero eso no los hace menos falsos".

Pero como ha señalado Brad DeLong, la actual postura académica viene también siendo de generalizado rechazo a las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que la política de la Reserva Federal, más que para cambios en el gasto público, debía ser utilizada para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que un aumento del gasto público no puede, en cualesquiera circunstancias, aumentar el empleo. De hecho, al volver a leer el sumario de las ideas de Friedman de 1970, Un marco teórico del análisis monetario, lo que llama la atención es lo keynesiano que parece.

Y ciertamente Friedman nunca se creyó la idea de que el paro masivo represente una voluntaria reducción del esfuerzo de trabajo o la idea de que las recesiones en realidad sean buenas para la economía. Sin embargo, Casey Mulligan, también de Chicago, sugiere que el desempleo es tan elevado porque muchos trabajadores están optando por no aceptar trabajos.

Ha sugerido, en particular, que los trabajadores están prefiriendo seguir desempleados porque ello mejora sus probabilidades de recibir ayudas a sus deudas hipotecarias. Y Cochrane declara que el alto desempleo en realidad es bueno: "Debiéramos tener una recesión. La gente que pasa su vida machacando clavos en Nevada necesita algo distinto que hacer".

Personalmente, pienso que eso es una locura. ¿Por qué debería el desempleo masivo en todo el país hacer que los carpinteros se fueran de Nevada? ¿Puede alguien alegar seriamente que hemos perdido 6,7 millones de puestos de trabajo porque hay pocos estadounidenses que quieran trabajar? Claro que si empiezas por asumir que la gente es perfectamente racional y los mercados perfectamente eficientes, tienes que llegar a la conclusión de que el desempleo es voluntario y la recesión es deseable.

VI. DEFECTOS Y FRICCIONES

La economía, como disciplina, se ha visto en dificultades debido a que los economistas fueron seducidos por la visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones. Si la profesión ha de redimirse a sí misma tendrá que reconciliarse con una visión menos seductora, la de una economía de mercado que tiene unas cuantas virtudes pero que está también saturada de defectos y de fricciones.

Existe ya un modelo bastante bien desarrollado del tipo de economía que tengo en mente: la escuela de pensamiento conocida como finanzas conductuales. Quienes practican este planteamiento ponen el énfasis en dos cosas. Primero, en el mundo real hay muchos inversores que tienen un escaso parecido con los fríos calculadores de la teoría del mercado eficiente: casi todos están demasiado sometidos al comportamiento de la manada, a ataques de entusiasmo irracional y de pánicos injustificados. Segundo, incluso aquellos que tratan de basar sus decisiones en el frío cálculo se encuentran con que a menudo no pueden, que los problemas de confianza, de credibilidad y de garantías limitadas les fuerzan a ir con la manada.

Entretanto ¿qué ocurre con la macroeconomía? Los acontecimientos recientes han refutado de manera decisiva la idea de que las recesiones son una óptima respuesta a las fluctuaciones en los índices del progreso tecnológico; un punto de vista más o menos keynesiano es la única alternativa plausible. Pero los modelos del neokeynesianismo estándar no dejan espacio para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector financiero sobre el mercado eficiente.

Una línea de trabajo, encabezada por nada menos que Ben Bernanke en colaboración con Marc Gertler, de la Universidad de Nueva York, ha puesto el acento en el modo en el que la carencia de garantías suficientes puede dificultar la capacidad de los negocios para recabar fondos y forjar oportunidades de inversión. Una línea de trabajo similar, en gran parte establecida por mi colega de Princeton Nobuhiro Kiyotaki y por John Moore, de la London School of Economics, sostenía que los precios de activos tales como las propiedades inmobiliarias pueden sufrir desplomes de los que salen fortalecidos pero que, a cambio, deprimen a la economía en su conjunto. Pero hasta ahora el impacto de las finanzas disfuncionales no ha llegado ni siquiera al núcleo de la economía keynesiana. Claramente, eso tiene que cambiar.

VII. RECUPERANDO A KEYNES

Así que esto es lo que pienso que tienen que hacer los economistas. Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente. Segundo, tienen que admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía.

Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge ante la profesión puede que no sea tan clara; seguramente no será nítida, pero podemos esperar que tenga al menos la virtud de ser parcialmente acertada.

Fuente: El País